viernes, 6 de julio de 2012

CONJUROS, LO IMPORTANTE ES EL RITUAL. De Jacqueline Lagos M.

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Héctor Cordero Vitaglic
Casa de la Cultura en Antofagasta
junio del año 2012






     Dragones, gorgonas, el minotauro, los cíclopes, las sirenas, los unicornios, los duendes, la Esfinge, Cancerbero, los centauros de Tesalia, el caballo alado Pegaso, los faunos, las ninfas, los ogros, las hadas, ondinas, dríades y un largo etcétera de otros seres numinosos, entre los que se encuentran las hechiceras y las brujas, pueblan y desbordan la mitología de los distintos pueblos de la Antigüedad y parecen resistirse a desaparecer en los tiempos actuales. Como dicen los españoles: “Yo no creo en brujas, Garay; pero de haberlas… ¡las hay!”. Tengo entendido que las hechiceras se dedican sólo a los encantamientos o embrujos del amor, del eros; o sea, sólo manejan pócimas, más o menos inofensivas. Y las brujas en cambio poseen mayores conocimientos de la magia, especialmente la magia negra. La pregunta doble que podemos hacernos, racionalizando un poco el tema, es ¿existen de verdad estos seres? Y ¿de dónde provienen?

    Si aplicamos una cierta lógica, debemos concluir que todo lo que pensemos o imaginemos, debería tener una existencial si no física y actual, al menos virtual o paralela, puesto que nada podemos tomar, incluyendo las ideas, desde el plano del vacío o la no-existencia que rodea a toda la materia encerrada en este vasto o infinito universo; una suerte, como diría un argentino, de súper corralito. A partir de aquello, como ya han pensado  algunos, podemos imaginarnos que todo este orden de seres numinosos se formó a partir del exceso de materia en el momento de la creación del universo. Según la ciencia, toda partícula sub-atómica, como el protón, por ejemplo, tiene una anti-partícula (el anti-protón). Esto concuerda con la existencia en lo espiritual del plano del bien y del mal, así como la del frío y calor, luz y oscuridad, etc.…Por ende, hasta la voluntad de Dios respeta las leyes físicas. Y así como hubo desde un comienzo ángeles adoradores, debían existir por ende, los rebeldes, los ángeles caídos.

    Justamente, los textos apócrifos o no canónicos de la tradición mosaica, en esa delgada, tremulosa y no siempre clara voluntad de decidir por escrito dónde termina el bien y dónde comienza el límite del mal que ha tenido la Iglesia a lo largo de los cavernosos y pícaros siglos, nos han dejado el recuerdo colectivo de la que  habría sido la primera mujer de Adán, y dueña de casa del Edén, llamada Lilith. Y que era una pelirroja que se las traía. Ella, madre de Caín, el hijo mayor de Adán, habría escuchado más de alguna interesante conversación entre los setos del Jardín que sostenía Dios con alguno de sus ángeles. A Lilith hubo algo que no le agradó del plan divino diseñado para la pareja humana. Se despertó en ella, formada de barro también, al fin y al cabo, es decir, reflexiva, con ideas propias, independientes de las de Adán, el sentimiento de la rebeldía. Tras largas discusiones con su pareja, tuvo que intervenir Dios en persona, quien tampoco logró convencerla, por lo que tuvo que ser desterrada del Edén. Cito:

   Isaías 34- del 9 al 16: donde nos habla de la ira de Dios cayendo sobre Edom o Idumea (región situada al SE de la Palestina bíblica, o actual Israel. Estos habitantes se declaraban descendientes de Esaú, el hijo mayor de Isaac y Rebeca, que le vendió a su hermano Jacob el derecho de primogenitura, por un plato de lentejas):

“Sus ríos son ahora de petróleo,
Su tierra es de azufre,
Todo el país es una hoguera inmensa…
que no se apaga ni de día ni de noche,
y que despide humo continuamente.
Quedará abandonada para siempre,
y nunca más pasará alguien por ahí.
Servirá de refugio a los pelícanos y erizos,
y allí vivirán las lechuzas y los cuervos;
Yavé lo medirá con el cordel de la nada
y le pasará el nivel del vacío.
Allí tendrán su casa los chivos;
y allí no habrá más nobles,
ni se nombrarán nuevos reyes,
pues todos sus príncipes habrán desaparecido.
En sus palacios crecerán las zarzamoras
y en sus castillos, las ortigas y los cardos.
Serán una guarida de lobos
y un escondite para las avestruces.
Allí se juntarán los gatos salvajes
con los pumas,
y se darán cita los chivos;
allí también se echará a descansar
el monstruo llamado Lilith.
Allí tendrá su cueva la serpiente,
pondrá sus huevos y se echará encima
hasta que se abran;
también allí se reunirán los buitres,
se encontrarán unos con otros” 

    Luego de la expulsión u ostracismo de Lilith, Dios creó una nueva compañera a Adán. Y la hizo ahora de una de sus costillas, para asegurarse de que fuese más proclive a la voluntad del hombre puesto que estaba hecha ella de su carne. Y aquí está el germen o nacimiento de todo el machismo, pues, querida Jacqueline. El sometimiento histórico de la mujer al hombre. Sometimiento que ha llegado a los extremos no sólo de la decisión del aborto o del nacimiento de una nueva criatura, sino a las más diversas formas de esclavitud y de dominio y explotación. Hay tribus que llegan al extremo de cercenar el clítoris de las hembras al comienzo de la pubertad, con el deliberado propósito de que ellas extirpen de sus mentes el placer del sexo. Esto, claro, es el equivalente al corte del prepucio masculino, o circuncisión, parte intrínseca de la cultura judía. Ni qué decir de las más modernas sociedades, como el caso de los países islámicos, donde la mujer es obligada-aun bajo los calores horribles del desierto, a ocultar hasta las ondas de su pelo y todo asomo de maquillaje. Porque ella es la lujuria personificada. El demonio en potencia. Sus faltas son castigadas con el cercenamiento de un dedo, azotes públicos o muerte por lapidación. A veces, hasta para salir a la calle, tiene que hacerlo acompañada de un familiar varón ¡Qué hipocresía!

    Naturalmente, luego vino el asesinato de Abel, la expulsión de Caín (que va a juntarse con su madre y su gente, una suerte de lado “B” de la humanidad. Yo me imagino que deben haberse sentido, entonces, como una de las barras bravas o “los del tablón”; en fin, los marginados de la sociedad...). La historia hizo el resto. Como la mujer era la conocedora del jardín o huerto (el hombre se preocupaba en tanto del cuidado de los animales domesticados o de la caza de los salvajes), no fue raro que adquiriera los poderes de la naturaleza (uso medicinal de plantas, semillas y cortezas vegetales), agregando esta poderosa información a la que ya trajo Lilith en su memoria, y que fue transmitida de generación en generación. La mujer disponía de ese tiempo y soledad reflexivos, mientras su marido batallaba en guerras inútiles o de importancia secundaria. Cuando, en la Edad Media, la Iglesia quiso frenar este desmesurado poder femenil, fue fácil hacer una parodia, una caricatura de la bruja en el entorno más social de la casa, que era la cocina: una escoba vieja, un gato negro, una verruga en la nariz, naturalmente, ganchuda, un sombrero ridículamente largo y cónico, una cacerola o marmita (donde se cocían las pócimas mágicas), una lechuza sobre la rama de un árbol inmediato, como un libreto de Hollywood. Luego, a confesar atrocidades que, muchas veces, no eran ciertas. Y para ello había toda una gama de instrumentos de tortura. El 20% de las propiedades y bienes de la “bruja” para el denunciante. El resto, para la Iglesia. El negocio era, a todas luces, muy próspero. Tanto, que duró ocho siglos, bajo el rótulo de la Santa Inquisición. Tenemos los chilenos hasta un aeropuerto, el de Concón, que lleva el poco ilustre nombre de Torquemada, Inquisidor Mayor y el más sanguinario, (después de Franco, naturalmente) de toda España.

    Jacqueline Lagos, como el astronauta que sale a orbitar la Tierra, tomando distancia de todo el acontecer humano, abre los brazos y estrecha con sentimiento pleno y uncida nostalgia al planeta en su conjunto. De eso precisamente se trata su nostalgia: de alejarse presencialmente para acercarse esta vez con el corazón abierto, que es la más perfecta pupila. Eso permite “sentir” lo que se ve, palparlo con todo el ser, que es a lo que, ni más ni menos, nos conminaba Cristo, cuando nos decía: “el que tenga ojos, que vea...” Ver, no con los ojos sino con el corazón. Ella nos subyuga a veces con imágenes resplandecientes: “instantes plenilunios” como: “Así te esperaré, entre soles, escondida en los vientos, en la trenza del viaje, en estrellas humeando montañas” (Pág. 100, La tejedora). En el poema llamado Alianza (Pág. 86) hay la descripción de un viaje astral o desdoblamiento. Otras veces, esta seducción va por la invención de verbos, como “constelar”, o la de la personificación directa, como, “Madre-maíz”. “Las algas llevan tiempo oxidando sus caderas”, nos dice en una suerte de catarsis sensual. Quiero terminar estas palabras, destacando a Jacqueline Lagos como una bruja moderna, una bruja del siglo XXI, que lo que busca es sólo poner un cachito de orden en esta naturaleza tanto humana como cósmica demasiado manoseada por intereses vulgares. Jacqueline muestra un genuino anhelo en el propósito original de la Iglesia de Pedro: practicar la religión. “Religar”, es volver a unir al ser humano al tronco común, a la vid de la vida plena y fértil, sin otra consideración que la de ser todos nosotros hijos de un mismo Dios. Es decir, el rescate, la vuelta a una religión natural que, antes de preocuparse de escaños, templos, medallitas, vestuario y rituales opulentos, se preocupe, en verdad de la justicia, de la igualdad y de otros valores humanos que se han perdido: como la humildad, la caridad, la tolerancia, la comunicación, el diálogo afectivo y efectivo. Así como los aimaras hacen una vez al año la limpia de sus canales, debemos hacer todos una profunda reflexión en cuanto a qué estamos haciendo cada uno de nosotros por el planeta. Nos plegamos a este fagocitamiento de los recursos, a esta peste de ambiciones personalistas, consumistas que nos están llevando al caos, o decimos “¡basta!”, y nos ponemos a pensar el ser del futuro. A ti te lo digo…”Cuando sencillamente vuelvas a capturar las sensaciones y me dejes cruzar tus manantiales, tu orilla más allá de las cordilleras, mirarte desde mis poemas”. 



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