miércoles, 20 de junio de 2012

Al vaivén fluctuante del verso: un camino válido, audaz, abarcador y profundamente personal

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por Jorge Etcheverry
 
El volumen Al vaivén fluctuante del verso (Hipocampo editores, Lima, 2012) reúne los tres libros de poemas y otros inéditos de Paolo de Lima, poeta peruano por unos buenos años residente en Ottawa, Canadá, y que ahora ejercita la poesía y la docencia en su país natal. Este transcurrir poético abarca desde Cansancio, su primer libro de 1995, hasta poemas inéditos que suponemos son los que se han escrito más recientemente. Si se pudiera señalar una característica general del estilo de Lima sería que se trata de una poesía profundamente urbana, reconociendo quizás que pueda tratarse de una categoría un poco impresionista y quizás no imparcial de este lector particular:


El corazón avizora desde un balcón limeño
transitan chismosas chibolas. Habría
que establecer la conjunción del rechazo y la
indiferencia. Habría que buscar invernales
distancias sin Ella. Sin embargo, no llego
a nacer.


(de Tus pasos reclaman verme, p.13)


Así se inicia la colección. La enunciación sobria, con atisbos coloquiales, la tendencia a la poesía intergenérica y en prosa ya se hacen patentes en estas primeras dos estrofas de este libro, el primero de la compilación, que es fundamentalmente un ejercicio lírico, introspectivo, una enumeración o inventario del abanico de emociones, sentimientos y estados intelectuales del emisor poético, que intenta la fijación de la imagen de su yo. El hablante poético oscila entre la franca expresión o declaración de sí mismo y la referencia distanciada, para culminar en el último poema con una abierta exposición personal: “Mientras mis ojos observan despacio, grandes” (de La música se desplaza…, p.22). Y la referencia a su compromiso con la escritura, de una cierta manera una salvación: “en este momento escribo sólo porque me siento solo” (de La música se desplaza…, p.22). Escritura que se descubre como siendo de un modo programática: “No quiero usar metáforas porque puedo ser directo”, “soy feliz escribiendo / porque aprender a escribir es lo mejor que me ha sucedido / (y conocerte también)” (de La música se desplaza…, p.22).


En el segundo libro, Mundo arcano (2002), el lenguaje se hace más experimental pero se mantiene la actitud auto inquisitoria, que se manifiesta por ejemplo en la conversión del yo en destinatario de un diálogo, que lo distancia del hablante así desdoblado, que se examinan con esta nueva objetividad: “¿Recuerdas que recordabas / que solías ceder ante los llamados de la memoria?” (de De-ciertos, p.30); que se proyecta hacia el ámbito de la práctica misma de la escritura y el sentido de la empresa o búsqueda poética del emisor poético:


Parece que se va perfilando el tema. ¿Es la búsqueda
de la identidad o acaso la violencia del tiempo?
No sé ni me importa.


(de Mi abuela (y mis abuelos en general), p.88)


El ámbito o espacio metafórico, alusivo y referente de los avatares del yo y sus encuentros, y de esa conciencia que los abarca y desmenuza, se compone sobre las espaldas, o alrededor de los ejes del desierto y el mar, reiterados, permanentes pero mutables en su pulular de olas y dunas, elementos simbólicos de una transhumancia tan mutable como igual a sí misma, seguramente fruto o presencia intersticial en este poemario —un entramado denso con variados discursos, alusiones e intertextos, en variados metros, otras tantas olas y dunas— que suponemos compuesto en gran parte durante la estadía del autor en Canadá. Se alude a esto aquí. El emisor poético es en general un narrador imparcial u objetivo en tercera persona, o a veces dialógico, de sus propios avatares, que se despliegan en una imaginería que combina elementos del mundo natural y urbano con otros inhabituales —para no hablar de ‘imaginarios’ o ‘fantásticos: “setecientas ballenas nadan sobre tus manos...” (de La garúa hacia el desierto, p.43). Se evita el uso flagrante del ‘yo’, se prefiere el ‘nosotros’, menos personal, más abarcador y distanciado, o la interpelación a un ‘tú’, básicamente a través de un(a) interlocutor(a) preferencial, en los momentos más álgidos. Eso testimoniaría una intención ecuménica hacia el lector y la gente en general, o que la autocompletación pasa a través del otro: “Óyeme, óyeme, mira mis palabras, son tuyas” (de Este tiempo ha sido depositado en un vaso de vidrio, p. 47); y el presupuesto de que los estados o peripecias del poeta son de alguna manera universales. Hay un harmonización—o contradicción, entre los elementos por así decir corrientes, habituales, de la objetividad, los estados de ánimo, el entorno y otros más distanciados, como los atisbos de metapoesía, que testimonian la frecuentación y asimilación de literaturas y tendencias y autores más ‘de vanguardia’, entre ellos quizás una alusión o reconocimiento de La ciudad, del poeta chileno Gonzalo Millán, que estuvo exilado en Canadá, obra seguramente conocida por De Lima en el estrecho pero nutricio mundo de la poesía en castellano hecha en Canadá, como se puede percibir en el siguiente poema que encabeza la sección “La ciudad y sus poemas”:


Escribir rápido un poema sobre la ciudad.
Escribir lento un poema sobre la ciudad.
Escribir desinteresado un poema sobre la ciudad.
Escribir despasionado un poema sobre la ciudad.
No escribir un poema sobre la ciudad

 

Escribir un poema desde la ciudad”
(de Un poema sobre la ciudad, p. 67)

La tercera parte de esta colección es una recapitulación biográfica en prosa poética centrada en la abuela materna y que recaptura y afirma la identidad del emisor poético, y que además de establecer la genealogía personal e histórica del emisor poético pareciera re contextualizar su identidad, por otra parte siempre en proceso de dilucidación en estos poemas, luego del periplo u odisea por tierras extrañas, y previo a la oximorónica Silenciosa algarabía, publicado en Perú en 2009, en que la voz poética recapacita su estadía en Canadá, siempre urbana, y en cuyos textos iniciales densos y con tendencia narrativa entregan elementos pluridiscursivos desde el inicio.

Una historia que no se puede fijar, nómada
y errante Historia que no se cuenta Ni a sí
misma siquiera...


(de Una historia que no se puede fijar, p.95)


Versos que son una especie de prolegómeno a nivel formal, de contenido y programático poético, de su subsiguiente exploración del espacio de Ottawa, y por extensión de Norteamérica, aquí básicamente un espacio urbano. Se trata de una historia individual y particularmente anecdótica, colectiva, institucional, en que la forma fragmentaria y los elementos yuxtapuestos provenientes de diversos discursos y ámbitos de la realidad se combinan dinámicamente en un flujo intergenérico. Aquí el ritmo se presenta como una apoyatura importante y se descarta por completo la obsoleta noción de poema o verso, para retomarlo unas páginas más adelante, en otro momento de este juego dialéctico entre opuestos que se tienden a articular en el fárrago de esta poesía, subyacente y matriz de la otra; una exploración temática espacial más acotada, más visible, autobiográfica y anecdótica. El largo poema intergenérico inédito “Huella descaminada” (página 113-118) nos parece una recapitulación de los discursos y tropos del autor y su poética


Y si hablo del desierto es de mí de quien hablo
y no tomo el desierto porque sí, es del lenguaje
de su cumplimiento en el tránsito de las arenas
de lo que hablo. Recobrarme dentro de su forma
rastrear sus límites y deficiencias—esas
son mis búsquedas...


(de Huella descaminada, p. 113)


La identidad es central a este libro. Objeto explícito de la reflexión poética, y siempre una meta y un problema, este tema explica en gran medida la diversidad de las indagaciones expresivas formales y la exuberante variedad del contenido, primero por la presencia histórica, individual y cultural del emisor poético en un país como el Perú, de patente diversidad etnocultural, y después por la inevitable influencia del entorno canadiense, país formado en su origen por tres nacionalidades y posteriormente vuelto a conformar inacabablemente por oleadas de inmigración sucesivas que le otorgan un perfil siempre mutante.


Tampoco está ausente en estos poemas el motivo del viaje, fuertemente enlazado con el anterior, más bien una transhumancia, que se hacen presentes y constituyen el testimonio de la imbricación del poeta con el mundo contemporáneo circundante y sus determinaciones animadas y objetivas, urbanas o naturales. Y de la presencia y relación con los otros, especialmente de esos interlocutores que privilegia y asoman en sus textos a veces como destinatarios lectores o cómplices y otras como ese destinatario definitivo y que siempre tiende a escabullirse: el yo del poeta.


Desde los inicios y a través de todas las etapas concretizadas en los libros, está presente la búsqueda del perfil y la sustancia del yo, los componentes de la identidad —que implica la dilucidación de los orígenes y la presencia de los demás y del otro, tanto genérico como privilegiado. Se echa mano a los instrumentos poéticos y discursivos necesarios, de manera cada vez más acertada y sin veneración por las formas canónicas establecidas de la poesía, pero sin descartarlas, en un desarrollo que fluye y fluctúa en una multiformidad que busca un perfil a la vez único y plural, que si bien no armonizará ni sintetizará los opuestos a que se enfrenta la escritura, la poesía y la vida —tarea imposible, nos parece— ofrece un camino válido, audaz, abarcador y profundamente personal.


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