miércoles, 4 de agosto de 2010

Cuando el lector se convierte en página. Opus Brevis de Nelson Gómez León

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por Javier Milanca
Escritor
Cuz-Cuz, Illapel



El cuento corto, paradojalmente, es una camisa de once varas y Nelson Gómez León lo sabe. El autor de Opus Brevis se aventura sin miedo en sus pliegues rugosos y oceánicos, utiliza todos los recursos del estilo a su favor, para así entregar una obra que se completa cuando el lector termina de leerlo, porque allí es donde comienza la magia de estos relatos precisamente.

El relato breve es quizás el género narrativo que ofrece más flancos para ser vilipendiado hoy en día. Sus más amargos críticos provienen, muchas veces, del mismo gremio escritural, que adjudican por ejemplo a sus ejecutantes indolencia en la pluma; he escuchado con horror la siguiente opinión que no comparto: “el narrador breve es un poeta flojo” (sic). Esto, tal vez, porque el relato breve tiene un poco de todas las formas literarias y en sus cortos renglones pasa la poesía, la ironía, el ingenio, la inteligencia, el humor por lo que muchos se sienten con el valor de arrojar las primeras piedras. Entonces el corto cuentista, el micro narrador, el breve-relator, (permítanme crear verbos y nombres porque estamos ante una disciplina en pleno desarrollo) debe cumplir además de deslumbrar, comprimir además de escribir.
Y si pensamos en exigencias, en particular, el libro Opus Brevis tiene uno de los requisitos que más esperamos en los relatos breves: remecer, eso por ejemplo de que cada cuento parezca un grafiti en la muralla misma de nuestras convicciones, de transformar la certeza en duda, aunque una duda firme también sea una certeza.
Alta Molicie
Mientras la arrodillada mujer lloraba sus desgracias inmutable la contemplaba un cielo ausente de dioses.

El humor es también un requisito sin ecua non de esta forma de narrar, a veces se abusa de ello, pero en dosis agudas e inteligentes constituye un ingrediente que le da profundidad y exquisita diversión al relato. Gómez León maneja un humor universal, que podría entenderse en cualquier lugar del mundo, sin localismos artificiales ni criollismos fáciles, se burla y hace que nos burlemos de todo, porque al fin y al cabo esa facultad exclusiva de las personas, es la mayoría de las veces una forma de no llorar ante la tristeza y desamparo de la condición humana.
Abandono
Que terrible es ser viejo, vivir sólo, estar enfermo y no tener a nadie que le pase un vaso de agua…para dejar la placa dental.

Agrada también encontrar en el trabajo de Gómez León el ritmo de sentencia, esos rápidos guiños hacia la inteligencia, a manera de Tractatus que le dan profundidad, coherencia y uqe a ratos constituyen su mejores aciertos. El autro conoc el terreno en que pisa y se mueve con soltura donde otros se empantanan.
Recuerdo lo que me decía un estricto profesor de Historia “lo breve bueno es dos veces bueno” dándole un valor agregado al hecho de comprimir conocimientos, resumir procesos extensos en breves carillas, dando por entendido que todo lo demás, a veces, es palabrería sin fin y sinsentido. Ese recuerdo me hace razón al leer a Gómez León, porque si bien, muchas veces, el relato parece incompleto, surge con el buen uso del estilo eso de que es el propio lector quien, después de saborear su lectura, continúa el cuento en su cabeza, persistiendo con sus letras, haciéndonos más que partícipes, cómplices.
Equino plegaria
…y que mis próximos zapatos, señor, sean mocasines, o con cordones.

Encontramos en Opus Brevis, además, un amplio registro, ya que acompañando el buen compilado de relatos brevísimos, aparecen lo que podríamos llamar cuentos de mediana longitud, en los cuales aflora un registro de creencias, conocimientos y viajes que el autor coloca para cerrar el texto. Encontramos entre esos variopintos relatos algunos que nos describen la sinrazón de la muerte, la brusca perplejidad de la vejez solitaria, la parsimonia profunda de la cosmogonía mapuche, del desconsuelo existencial de nuestros yos internos en constante lucha, en fin mundos distintos que se transforman en enseñanzas y declaraciones de principios.
¿Y los personajes? Si tuviéramos que indagar e intervenir y describir que tipo de personajes recorren las letras de los textos, la respuesta es una y obvia: el personaje principal es el lector. Por supuesto, es él quien tiene la misión de completar los relatos y en algún instante de la lectura aparece esa epifanía efímera de entenderlo toda, esa corta lucidez que tenemos a veces y que por momentos nos convierte en dueños totales del universo. Sabemos que no es así, pero cuando uno lee y participa de los cuentos breves eso se convierte en realidad aunque sea por un ratito.

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