viernes, 7 de agosto de 2009

José miguel Varas, entre la tragedia y la comedia



Con éxito se desarrolló la “Actividad Cultural; Tertulias de los Jueves a las 19 horas”, convocada por la Comisión de Cultura de la Sociedad de Escritores de Chile. Esta semana conversamos del libro "Los sueños del pintor”, con el Premio Nacional de Literatura José Miguel Varas.

Palabras del socio SECh Omar Cid


José Miguel Varas es un escritor chileno que nace en marzo de 1928, su primera publicación es de 1946 con dieciocho años, se trata de un conjunto de cuentos titulados “Cahuín”.
Desde sus inicios vinculó la literatura al trabajo periodístico -sus trabajos si se pudiera definir un hilo conductor- tienen una estrecha relación con la historia, con la memoria expresada en la búsqueda de relatos, personajes que se arman desde la vida misma o pueden ser entendidos como pequeños retratos hechos desde abajo, es el caso de Chacón como intento exitoso de biografía novelada del año 1967.
Las pantuflas de Stalin, 1990, se instalan en otro registro, el de la crónica y nos muestra a un autor suelto, sin exageraciones a la hora de ajustar cuentas con su entorno.
En el caso de los sueños del pintor, texto que nos concita hoy, estamos frente a una novela hecha según su autor a dos voces, por una parte la pluma de Varas acompañada de los sueños o pesadillas del pintor Julio Escámez.
La novela -como otras de su registro- tiene sus fundamentos en datos reales, Julio Escámez, es un pintor que nace en Antihuala en 1925, hijo de un español y una "antihualina", se traslada a Cañete, luego Concepción, para volver a trabajar en Cañete.
Fue amigo de Pablo de Rokha y Pablo Neruda (ilustrando sus libros Arte de Pájaros y Fin de Mundo).
Escámez es un hombre que recorre diferentes partes del mundo estuvo en: Italia, Alemania, India, China y Japón.
Volvió a Chile con una alemana hija de nazis, mantuvo un romance tormentoso con Violeta Parra y en 1973 se fue exiliado a Costa Rica, donde aun reside.
Para Varas, es un personaje enigmático, se trata de un gran pintor, muralista, un conversador deslumbrante, capaz de generar historias francamente escalofriantes como divertidas.
Desde mi perspectiva, el texto se arma en las riendas de Varas, de hecho el propio autor reconoce que el libro terminó por distanciar una amistad de muchos años.
A mi juicio, el escritor logra en este texto situar con precisión al personaje:
“La región era y es todavía un medio geográfico agreste, de clima húmedo y vegetación exuberante. Entonces estaba cubierta en gran parte por el bosque nativo chileno. Los agricultores hacían roces a fuego, es decir, grandes incendios controlados (teóricamente) para limpiar el terreno de árboles y dejarlo apto para sembrar trigo y otros cereales. Al subir hacia las montañas de la cordillera de Nabuelbuta aparecían inconcebibles extensiones de araucarias. En todas las laderas se alzaban sus ásperos troncos rectos y sus paraguas erizados de hojas en punta, duras como el acero, coronaban las cumbres. Hoy sólo quedan araucarias en los picos más altos y son cada vez menos, aunque fueron declaradas por ley “monumento nacional” y está prohibido cortarlas”.
El texto pareciera jugarse en guiños entre el reportaje y la biografía, encontrando en el protagonista ciertas claves superiores de lo que el premio nacional del 2006, ha buscado incesantemente en su vida literaria una cierta ”esencia de lo nacional”.
Esta particularidad sin embargo, hay que develarla, no se encuentra a simple vista, se hace necesario un esfuerzo de profundización y reflexión de los propios hechos, donde las descripciones son en sí mismas un juicio de valor:
“El pintor recuerda siempre las calles de su infancia, las casas de madera, pintadas de musgo por la humedad de los largos inviernos, otras cubiertas de láminas de zinc para defenderlas del penetro y de la lluvia, a menudo para disimular su ruina interior. Le llamaban la atención, sobre todo, las casas señoriales, de madera como las demás, pero cuyas fachadas lucían siempre remozadas y bien pintadas. De ella emanaba, como un olor o más bien una aureola visible, la pretensión. Aspiraban a mansiones. Las habitaban familias principales que constituían, por decisión propia, “La Sociedad”.
En ese sentido, la obra de Varas es expresión de un problema que aqueja hoy en día fuertemente las relaciones entre sociedad y cultura o dicho sin tapujos, entre política y literatura.
Entiéndase, no se trata de buscar en la obra del autor una propuesta revolucionaria o utópica de cualquier tipo, No. Es más bien la relación que se produce entre los campos culturales “alternativos” y el propio andamiaje de la sociedad que parece transitar por otros espacios -porque al fin y al cabo- Escámez es un personaje en extinción, una suerte de libro en sí mismo que nos abre las puertas a un Chile inexistente (no al de la ficción) al desaparecido, al que está bajo secuestro permanente.
Si se pudiera establecer una conexión entre Chacón y este texto, es el empeño del escritor por advertirnos de la existencia de “Otro Chile” en el primer texto hay un juego de imaginación, una apuesta de futuro, en el segundo un racconto, es decir, desde la experiencia del recuerdo, se cuestiona lo existente.
Varas, tiene además la virtud de expresar en sus textos el tránsito entre la tragedia y la comedia con una facilidad y sentido del tiempo literario que logra mantener al lector en una constante tensión.
“Cuando vino la gran crisis de 1929 a 1933, llegaron unos mendigos esqueléticos, llenos de piojos. La madre del pintor se apiadaba de ellos y calentaba comida para darles. La mayor parte de la gente les tenía miedo y los rechazaba. Se hablaba con espanto de la epidemia del tifus exantemático. Decían que los cesantes estaban infectados y que, para vengarse de los que no les daban nada, les disparaban piojos soplando unos canutos de papel a manera de cerbatanas”.

José Miguel Varas, nació en Santiago, en 1928. Premio Nacional de Literatura 2006. Es también un periodista de notable y larga trayectoria en la prensa escrita, en radio y la televisión. Tempranamente se inició en la actividad literaria, publicando a los 18 años Cahuín (1946), obra que no dejó en silencio a los principales críticos de la época. Sus cuentos, novelas y crónicas son una mezcla de realidad, magia y humor. Continúa su bibliografía con Sucede, Santiago, Chile, ediciones Pax, 1950. Porái. Santiago, Chile: Ediciones del Litoral, 1963. Chacón. Santiago, Chile: Talleres de la Sociedad Impresora Horizonte, 1968. Lugares comunes. Santiago de Chile: Nascimento, 1969. Historias de risas y lágrimas. Santiago, Chile: Quimantú, 1973. La Voz de Chile. Moscú, URSS: Editorial de la Agencia de Prensa Nóvosti, 1977. Las pantuflas de Stalin. Santiago, Chile: CESOC, 1990. Neruda y el huevo de Damocles. Santiago, Chile: Editorial Los Andes, 1991. El correo de Bagdad. Santiago, Chile: Planeta, 1994. La novela de Galvarino y Elena. Santiago, Chile: LOM Ediciones, 1995. Exclusivo. Santiago, Chile: Planeta, 1996. Cuentos de ciudad. Santiago, Chile: LOM Ediciones. 1997. Nerudario. Santiago, Chile: Planeta, 1999. Cuentos Completos. Santiago, Chile: Alfaguara, 2001. Neruda Clandestino. Santiago, Chile: Alfaguara, 2003. Los sueños del pintor. Santiago, Chile: Aguilar Chilena de Ediciones (Alfaguara), 2005. El seductor, Lom, 2006, Premio Municipal de Literatura 2007 y Conducta de un gato, Lom Ediciones, 2006; Premio Consejo del Libro 2007.

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