miércoles, 10 de junio de 2009

Poeta de doble nacionalidad. Chile-Canadá



por Nela Rio

Jorge Cancino. “Miramar Miramor Miramar”. Les Editions Omelic, Montreal, Canadá, 2008.

La musicalidad, en la repetición, establece el tono del poemario, un ritmo evocador, un oleaje que, luego entenderemos, va del pasado al presente, del presente al pasado. Un vaivén que recorre la vida, trayendo experiencias, dejando recuerdos, llevándose la melancolía. Vaivén percibido desde una madurez creativa, en paz consigo misma.

Leídos en conjunto, los trece poemas que forman este nuevo poemario de Jorge Cancino nos traen la presencia de voces narrativas enlazadas en la del yo poético, de gran intensidad lírica, masculina y protagónica, que hila recuerdos de vivencias íntimas en un lugar casi mágico donde se mezclan en la evocación del tiempo y el paisaje; también encontramos la resonancia de la voz femenina, sujeto único y múltiple, a veces pasiva, otras indiferente, siempre intensamente presente. Aún señalaremos otra voz, la del diálogo consigo mismo y sus recuerdos, y también el de las sombras y las luces, el del amanecer y la noche, el del silencio y la palabra. Profuso diálogo que se convierte en un intenso y melodioso cántico en este poemario de profunda inspiración estética.

Miramar, real y mítico, es el sitio donde el amor acontece, sin importar dónde la relación amorosa tuvo lugar. El escenario será siempre el mismo: localizado para siempre en el imaginario poético, en esa fusión de sonido y movimiento, donde el mar es al mismo tiempo el gran espejo donde el cosmos se refleja, y es también la gran hondura donde el cosmos crece en sombras. Miramor-Miramar, un recuerdo conjunto, pura recurrencia simbólica. Miramor, al comenzar cada poema, Miramar al terminar. No importa el instante del comienzo, lo substancial es el final, Miramar, donde encuentra su espacio para renacer una y muchas veces.

La inserción de lo personal e íntimo con la realidad es a través de los sueños, en ese punto preciso y ambiguo, en que existe una esquina furtiva que súbitamente desplaza la ruta a seguir, que descubre las casualidades donde todo parece ficción/o la vida misma. Esta esquina es una apertura a la existencia personal, la posibilidad de una reflexión, un ensimismarse, que lo lleva a recordar sus amores, a descubrirse, a indagar su identidad, a situar la muerte. Por este recurso se establece otra escenografía espacial, donde predomina el firmamento, los planetas, la mar, sostenida por el misterio de lo temporal, la noche, el amanecer, los instantes. En los poemas se da el tiempo inmóvil personal y la simultaneidad de los tiempos, representada en la superposición-convivencia de sus amores. En ese completo silencio, como en las esferas celestes de los clásicos, la música y el silencio son elementos creadores de la belleza plástica y eufónica de Miramor Miramar. Lo sensorial es el medio del pasaje a ese universo, el perfume, la música, el color, la delicadeza de la piel, la visión de los cuerpos desnudos.

La relación entre los amantes, esos seres invisibles que pueblan las noches del protagonista, se renueva en la sensualidad de cada poema, en los gestos impacientes, en la entrega amorosa, la caricia perturbadora. Hay una intrigante confabulación entre los amantes, la de guardar los recuerdos que les permitirá sobrevivir las distancias, geográficas y temporales, y la de guardar silencio, así nadie podrá/enterarse de las mudas relaciones/de nuestros sueños. En ese espacio, a veces, ella lo encuentra, y hace decir al poeta, tu estrella cae a mi lado y transforma la noche en un encuentro amoroso, aunque él sepa que puede ser sólo el producto de quimeras multicolores o del desvarío. Aún cuando la referencia a los ojos verdes pareciera indicar a una mujer específica, la posición del adjetivo en este mundo onírico alude al color del origen, el de las profundidades, donde se produce la identificación de una-varias , En mis noches eternas florecen enigmas como una rosa roja de mirada verde. La amada es música, melodía pura, y es, algunas veces, profunda, inquieta, deseosa o insatisfecha, otras es insinuante, provocativa, seductora, invitándolo a viajar, a entregarse.

En la búsqueda personal, en este viaje hacia sí mismo, en esas noches cuando en su espíritu la noche es negra, en la certeza de esa posición existencial es que también descubre un profundo deseo, el de poetizar, Ahora, puedo cantar al amor, al olvido/y a mi propia muerte mientras viva.

Desde esos Atrevidos sueños, a través del diálogo polifónico, se desarrolla una historia de amor, en los poemas que no están numerados porque, sabemos, no hay una secuencia cronológica en los recuerdos. Son, en cambio, instancias de simultaneidades; podríamos leerlos en conjunto o individualmente, los últimos como primeros, o con diferente alternación. Son batidos de olas, únicos y cambiantes, siempre los mismos y distintos.

Los rituales del amor tienen una larga tradición literaria. Es posible para el lector o el crítico encontrar vínculos, antecedentes, semejanzas entre poetas: el beso, el abrazo, el nocturno amoroso, el desnudo seductor, la presencia de los elementos cósmicos y naturales usados para representar la pasión y el deseo. Pero el valor de un poeta se mide en cómo trasciende lo establecido para encontrar lo novedoso, lo diferente, lo original. En este poemario de Cancino llama la atención la manera en que el cuerpo tiene un lugar no sólo de objeto de deseo, sino de sujeto liberado en el amor.

Sólo quien se ha encontrado a sí mismo puede expresar la libertad y el goce en la desnudez mi cuerpo libremente desnudo,…./ percibo la llegada de la Aurora /y me duermo en su regazo/libremente desnudo. La entrega a la amada es un acto de abandono y de liberación. Lejos de estos poemas el elogio por la conquista o la posesión, aquí, en cambio, el vocabulario amoroso alcanza la plenitud en la presencia del universo de la amada pleno de goces y ardientes delirios al que se entrega apasionadamente. La aprehensión del rasgo esencial de la experiencia amorosa desborda el egocentrismo para enfatizar la mutua entrega. Es con la fragancia del cuerpo desnudo de la amada, y con el ruido y la brisa de los mares del Sur con que se humedece e ilumina el cuerpo del poeta mi cuerpo libremente desnudo/tendido en el largo horizonte/de mis pensamientos. Otra vez, Miramor Miramar , irrepetible en cada repetición, porque cada vez es un momento primigenio y creador.

Un modo de prolongar este encuentro, de eternizarlo, como lo quieren todos los poetas del amor, es el beso como paradigma de unión. En este poemario, la referencia es más específica: es el besar, de Besémonos, el poema que nos da con elocuencia emotiva y dramática la conjunción del instante y la eternidad y es, en el brillante adverbio lentamente, en que establece una suerte de permanencia en la lentitud, en que se encuentra un desfallecimiento sensual mientras se pone el sol sobre el umbral/del tiempo. Y mientras se besan --el mientras es esencial en esta interpretación porque elude especificidad temporal--, recogen todas las pretéritas vidas; besarse para destruir las distancias e ignorar el tiempo. Y la urgencia por la realización, dada por el ahora final establece la simultaneidad de tiempos, el pasado, el presente, pero también el futuro en la continuación del beso.

Jorge Cancino (Chile-Canadá), se lanza a la audaz tarea de rescatar lo perdurable de las vivencias, a hacer de lo particular lo universal, y de allí volver para inscribirse en la intimidad del poema. La significación extratemporal del momento, la complicidad de la noche y el silencio, el despliegue imaginativo, encuentran reposo y significado en ese Miramar especular donde el amor, Miramor, se desplaza en el vaivén de la vida y de la muerte. Inquietante, seductor, Miramor Miramar.

En mis espacios insomnes miro largamente
hacia el firmamento
y en esa vastedad planetaria
encuentro mi identidad.
El tiempo está inmóvil adentro de mí.
Ahora,
puedo cantar al amor,"al olvido
y a mi propia muerte.


Somos dos seres invisibles
en aquella orilla que ves allá abajo
donde nuestros versos
se alzan sensuales entre la marea
y el viento impaciente.
Tú, siempre insatisfecha.
Yo, siempre consumido por la lluvia de estrellas
que cae p0r el ala de la noche
y nos envuelve en la inmensidad del infinito
dé dos amantes celosos del amanecer
que interrumpirá el coloquio amoroso.


Las horas de la distancia
son más estrechas
cuando los enamorados se encuentran
en una esquina furtiva de la realidad
donde todo parece ficción
o la vida misma.


En completo silencio
conversé largas horas conmigo mismo
así nadie podrá enterarse
de las mudas relaciones de nuestros sueños
tan reales como la muerte
y tan oníricos
como la existencia.



NELA RIO (Argentina-Canadá). Poeta, escritora, artista e investigadora. Nacida en Argentina, ciudadana canadiense desde 1977. Ocho poemarios publicados, en Canadá y España; numerosos poemas y cuentos individuales (finalistas en concursos internacionales), publicados en antologías y revistas de más de 12 países. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y al francés. Algunos de sus trabajos son usados en cursos universitarios de EEUU y Canadá. Es activa en organizaciones de escritores de Canadá, España, los Estados Unidos, Argentina y Chile.
Como artista, usa el arte digital para crear
"metáforas visuales", que forman parte de su escritura. Ha creado siete_"Libros de Artista",_edición limitada, en los que combina su poesía y arte. Su DVD,_Francisca, sin techo/Francisca, Homeless/Francisca, sans toit, fue presentado en 2004, en Canadá, EEUU y Argentina. Su investigación académica se centra en literatura hispanoamericana colonial, siglo XVI-XVII, con énfasis en Sor Leonor de Ovando. Durante más de treinta años fue profesora en St. Thomas University,_Canadá, de donde se jubiló en 2003.
Como Promotora Cultural, ha organizado
exposiciones internacionales de Poemas Póster_ (1998,_1999,_2000,_2002_y_2006); Outspoken Art/Arte Claro_(exposición itinerante_y_virtual) para apoyar la eliminación de toda forma de violencia contra la mujer, entre otras actividades culturales.
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