jueves, 30 de abril de 2009

La realidad del escritor y la imaginación del creador




por Gregorio Angelcos


El escritor se caracteriza por observar su realidad desde un prisma personal, que posibilita que las miradas objetivas de un contexto social, casi homogéneas, y determinadas por parámetros culturales provenientes de las industrias culturales en la modernidad, se subviertan, a través del conjunto de subjetividades que es capaz de representar con elementos simbólicos, interpretativos de los fenómenos reales, pero reconstruidos en su proceso de creación de un texto, donde configura una realidad distinta a la funcional; profundizando en el diseño de sus imágenes, elementos que conforman su entorno, y del cual no tienen conciencia aquellos que masivamente deambulan mecánicamente, en dinámicas aprendidas que se repiten como rutinas ciegas que niegan su condición esencial de ser.
Factores como la pobreza material, o las diferentes miserias humanas que se expresan como degradación de lo valórico, son algunos antecedentes esenciales que estimulan la necesidad de escribir, convirtiendo al narrador en un sujeto activo que reacciona críticamente y se rebela frente al devenir condicionado por las lógicas imperantes desde el poder.
Así construye su propia realidad, una sólida realidad disfuncional conducente a negar lo establecido, abogando por la construcción de ideales que trasciendan las limitaciones en las que subsiste el sujeto cotidiano. El escritor describe, devela y apela a través del lenguaje para romper el círculo que advierte que encarcela su realidad, bregando por abrirlo hacia otras formas de convivencia donde se expresen con mayor plenitud sus intenciones de libertad, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Un clásico en esta línea de reflexión es La Metamorfosis de Frank Kafka, dentro de esta novela, el personaje Gregorio Samsa siente que su cuerpo experimenta mutaciones regresivas, que lo disminuyen en su condición humana hasta quedar convertido en insecto.Kafka mira su realidad y la de los de su entorno, comprendiendo la deshumanización y la subordinación del hombre en una realidad que está concebida para limitarlo, son las propias relaciones humanas del período, las normas que regulan su vida, los miedos internos del hombre, los que lo van induciendo por un túnel oscuro donde sus capacidades se ven castradas, y lentamente, va perdiendo sus facultades esenciales que lo identifican, tales como su inteligencia, su potencialidad creadora, su capacidad de manipulación y transformación de la materia, y al ir perdiendo gradualmente estas facultades se encuentra inhabilitado para avanzar progresivamente, situándose en una condición inferior: la de un insecto que produce repelencia por sus dimensiones y su nueva morfología, que asusta a sus pares quienes reaccionan con violencia para destruirlo.
Hay en esta representación, por una parte, una denuncia, y por la otra, una representación simbólica de un sujeto tipo que renuncia a su condición, perdiendo el valor indispensable de luchar para enfrentar la vida, convirtiéndose en un ser vivo de condición categóricamente inferior.La interpretación de la autodestrucción está representada por la metamorfosis, y por tanto, a partir de esta idea, se puede establecer el vínculo entre el escritor, la realidad que describe con su rol como creador haciendo uso de su imaginario.

Porque la imaginación es el ejercicio de abstracción de la realidad actual, supuesto en el cual se da solución a necesidades, deseos o preferencias. Las soluciones pueden ser más o menos realistas, en función de lo razonable que sea lo imaginado. Si es perfectamente trazable, entonces recibe el nombre de inferencia; si no lo es, entonces recibe el nombre de fantasía.Crear es imaginar desde el hecho objetivo modificándolo en su verdad objetiva, tanto conceptual como morfológicamente, para darle una fisonomía literaria que lo establece en un contexto de ficción, a veces morigerando lo descrito, y en otras, radicalizando la situación para provocar un impacto psicológico en el sujeto que recibe el mensaje.

A veces los códigos son cerrados y por tanto el autor “dice sin decir” lo que es necesario hacer comprender al lector, en forma descarnada y brutal, para que exista una identidad comunicacional entre ambos. Es un intento de rehabilitación de la conciencia de un sujeto dormido por los elementos conceptuales y fácticos que dominan su intelecto.

De esta manera, el factor creativo implica una subversión de lo coherente y formal, transformándose, en lo incoherente o irracional a toda mente objetiva, pero que es necesario y esencial en todo proceso de lo imaginado, donde una idea puede alterar el orden de los factores, para concebir nuevos elementos proclives al imaginario de una inteligencia que es disfuncional a todo ejercicio matemático o físico.

En algunas oportunidades la creación puede constituirse en un mito, en un dogma, o en una utopía. Pero estos tres conceptos forman parte del pensamiento especulativo del hombre en la búsqueda constante por trascender, por tanto son legítimos, porque siempre van más allá de las estructuras funcionales y las instalaciones tecnológicas, que reemplazan al hombre en funciones mecánicas, pero que al no estar dotadas de una inteligencia libre y subjetiva, actúan contextualmente en el tiempo, para resolver lo que fue programado electrónicamente en su “cerebro” (siempre carente de neuronas).
Por tanto la función creativa y la transformación de la realidad en ficción sólo es posible, en un proceso de conjunción neuronal, donde un sujeto es capaz de inventar una utopía como Tomás Moro, o pensar el socialismo en abstracción como los socialistas utópicos, haciendo una predicción de un futuro ideal, o crear una novela como la de Kafka donde el hombre se convierte en un insecto.Pero a veces la realidad es más fuerte que la ficción, sin ir más lejos, ayer caminando por la Plaza de Armas de Santiago, vi como tres insectos se convertían en seres humanos, se ajustaban un traje y una corbata en una tienda comercial, y luego ingresaban a La Moneda para dirigir los destinos de Chile y los chilenos. Simplemente sorprendente.
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